miércoles, 1 de abril de 2009

JUEGOS Y JUGUETES













Los juegos y los juguetes infantiles han ido evolucionando a lo largo del tiempo. Si los juegos han evolucionado menos, los juguetes, a raíz del desarrollo de la electrónica y la informática, lo han hecho de forma espectacular en pocos años.
Pondré algunos ejemplos de las tres últimas generaciones: de la de posguerra (finales de los años treinta), de la mía (finales de los sesenta) y de la actualidad.
Empezaré con la generación de posguerra, la de mis padres, allá en Tierra de Campos (León). En cuanto a los juegos estaba el “Castro hecho y bien derecho” o “Tres en raya”, pero dibujando el cuadrado en el suelo y jugando con piedras (había que conseguir poner las tres piedras en línea en un cuadrado con dos diagonales y evitar que lo hiciera el contrario). También jugaban al escondite, a la rayuela (consistía en hacer avanzar un tejo dándole patadas a la pata coja sin que se saliera de unos cuadros marcados en el suelo y sin pisar las rayas) a las tabas (la taba es un hueso del tarso del carnero que se tiraba al aire y se ganaba según la posición en que caía), a la comba, al fútbol, a la peonza (si se conseguía sacar alguna peonza del centro de un círculo dibujado en el suelo al lanzar la propia y ésta bailaba ganabas la peonza sacada), a los plomos (consistía en tirar unos plomos de forma aplanada con dibujos al aire para que cayeran dentro de un círculo del tamaño de un plato, si no caían dentro había que empujar el plomo con un dedo para conseguir que quedaran dentro), a la pita (había que derribar una especie de bolo lanzando un disco metálico y ganabas lo que se ponía detrás del bolo), al “Pico, zorro, zaina”, equivalente al “Cavall fort” o “Churro, media manga, mangotero” (que consistía en saltar sobre unos compañeros agachados para derribarlos si no aguantaban el peso y si lo hacían y no adivinaban la marca que se hacía sobre el dedo o con la mano de las tres posibles volvían ha hacer de mula de carga) y un largo etcétera que es imposible reproducir aquí.
En cuanto a los juguetes de la posguerra me referiré a niños de trabajadores. Las muñecas de trapo o recortables de cartón, los rompecabezas (eran cubos huecos de cartón con un dibujo por cada cara con los que se podían montar seis figuras), los balones (pero no eran de cuero, los hacían con trapos y forrados de tela), las pelotas para jugar a frontón en cualquier pared, los triciclos, las bicicletas, los juegos de cocina, etc.
Los juegos de mi generación fueron heredados de la generación anterior, el escondite, saltar a la comba, el fútbol, la peonza, el cavall fort, el pañuelo (alguien sujetaba un pañuelo en el centro de dos filas de críos, había que conseguir coger y llevar el pañuelo a tu fila sin que el del otro equipo te pillara), ir con las “bicis” al campo, las niñas saltar las gomas, etc.
Los juguetes eran más sofisticados, pero básicamente los mismos, podemos añadir los coches a pilas, los “scalextric”, los “Juegos reunidos Geyper”, las muñecas que ya abrían y cerraban los ojos solas (vaya adelanto), los fuertes de indios y vaqueros, los primeros puzles, etc. Mi generación fue la primera que empezó a atontarse con la televisión, pero no mucho (creo yo).
Y llegamos a la actualidad, en los juegos persiste el fútbol, ir en bicicleta; y aparecen el monopatín; los “tazos” (que consisten en unos óvalos curvados de plástico con dibujos, si consigues picar en el tazo del compañero y darle la vuelta te quedas con él) y los “gogos” (son muñecos pequeños para derribar los de los compañeros), etc.
Pero la revolución electrónica e informática ha recluido a nuestros hijos en casa, ahora se confunden juegos y juguetes: las consolas, las “Wii”, los ordenadores, internet, la omnipresente televisión (por supuesto), etc. Los niños juegan solos y se pierde la capacidad de sociabilidad y compañerismo que los viejos juegos aportaban aunque a veces acabáramos a tortazos, después hacíamos las paces y nos volvíamos a “ajuntar”.

LLUEVE EN SAHAGUN










Llueve con mansedumbre,
el cielo se oscurece como bronce
de campanas calladas.
Sólo los rayos abren brechas
de fuego en el metal.

En un soportal me cobijo
de fuertes y viejas columnas.
Miro la Trinidad al frente
imponente y maciza
(me sigue impresionando
como cuando era niño),
las gotas de lluvia provocan
un llanto sordo en sus ladrillos
que susurra misterios.

Lluvia y rayos amainan,
el camino retomo,
cruzo el puente y arribo
al modesto refugio que me ofrece
la casa añorada de mis abuelos,
brillante en mi recuerdo
como la nieve de la infancia,
mas ahora fosca y deshabitada.

Gerardo Guaza. Marzo de 2009