Esparta se fundó en el siglo IX a. de C. por varios pueblos dorios. Pronto se organizó como un estado oligárquico y militar. La tierra era cultivada por unos esclavos llamados ilotas en beneficio de los ciudadanos, que se dedicaban casi exclusivamente a las armas.
Su política expansiva descuidó los problemas internos y en el siglo VII a. de C. los ilotas se rebelaron y esto produjo un cambio de política encaminada a controlar las fronteras y el orden interno.
Esparta no apoyó a Atenas en la primera guerra médica (contra los persas) y así esta última se convirtió en líder del resto de las polis griegas. Para romper esta hegemonía las dos ciudades se enfrentaron en la Guerra del Peloponeso (431-404 a. de C.) que dio la victoria a Esparta, peró creó en su contra una liga formada por Atenas, Tebas, Argos y Corinto.
Un nuevo enfrentamiento cuarenta años más tarde acabó con la derrota de Esparta que por ello perdió diversos territorios, en este año 371 a. de C. empieza su decadencia.
Esparta estaba gobernada por dos reyes (diarquía), un consejo de cinco éforos, un consejo de ancianos (gerusía) y una asamblea popular (apellá). Los ciudadanos tenían obligación de someterse a una dura formación militar que impartía el Estado. Llegaron a construir una aristocracia militar terrateniente.
Sirva esto de preámbulo para las dos historias que quiero contar: la de Los Trescientos de Leónidas y la de los Diez Mil de Jenofonte.
La primera corresponde a la conocida batalla de las Termópilas, este es el nombre de un estrecho desfiladero situado en la Grecia continental; allí en el año 480 a. de C. se apostaron el rey Leónidas de Esparta con 300 infantes y otros 5.900 griegos de otras ciudades y consiguieron contener el avance del ejército persa comandado por Jerjes I, ya que la estrechez del paso daba ventaja a los defensores. Un desertor indicó a los persas un sendero que doblaba el desfiladero y los persas atacaron por la retaguardia. Los griegos se fueron marchando ante la imposibilidad de mantener la posición y sólo resistieron el rey Leonidas y sus Trescientos que murieron en el combate. El retraso en el avance persa permitió a los griegos derrotar a los persas en las batallas de Platea (terrestre) y Salamina (marítima) y evitar así la invasión.
La segunda corresponde a los Diez Mil de Jenofonte, éste fue un escritor y filósofo griego discípulo de Sócrates que en el año 401 a. de C. se enroló como mercenario en una expedición en la que 13.000 mercenarios griegos pasaron a Persia reclutados por Ciro el Joven con la excusa de derrotar a unas tribus hostiles. Pero la misión real era derrocar a su hermano Artajerjes, el Gran Rey persa, con la ayuda de los Diez Mil y 100.000 mercenarios asiáticos.
Aunque los griegos, los guerreros de los mantos rojos, ganaron una parte de la batalla de Cunaxa (lugar cercano a Babilonia), Ciro murió y el resto de su ejército fue derrotado, los Diez Mil fueron abandonados a su suerte y tuvieron que huir de los persas. En una emboscada los cinco comandantes griegos fueron asesinados y se encargó a Jenofonte llevar al ejército griego a casa, consiguió llegar a Bizancio con 7.000 supervivientes después de recorrer 1500 Km. de territorio hostil a través del frío durante el crudo invierno en las montañas de Armenia.
Para la primera historia recomiendo la novela de Steven Pressfield “Puertas de fuego” y para la segunda la de Valerio M. Manfredi “El ejército perdido”.
Su política expansiva descuidó los problemas internos y en el siglo VII a. de C. los ilotas se rebelaron y esto produjo un cambio de política encaminada a controlar las fronteras y el orden interno.
Esparta no apoyó a Atenas en la primera guerra médica (contra los persas) y así esta última se convirtió en líder del resto de las polis griegas. Para romper esta hegemonía las dos ciudades se enfrentaron en la Guerra del Peloponeso (431-404 a. de C.) que dio la victoria a Esparta, peró creó en su contra una liga formada por Atenas, Tebas, Argos y Corinto.
Un nuevo enfrentamiento cuarenta años más tarde acabó con la derrota de Esparta que por ello perdió diversos territorios, en este año 371 a. de C. empieza su decadencia.
Esparta estaba gobernada por dos reyes (diarquía), un consejo de cinco éforos, un consejo de ancianos (gerusía) y una asamblea popular (apellá). Los ciudadanos tenían obligación de someterse a una dura formación militar que impartía el Estado. Llegaron a construir una aristocracia militar terrateniente.
Sirva esto de preámbulo para las dos historias que quiero contar: la de Los Trescientos de Leónidas y la de los Diez Mil de Jenofonte.
La primera corresponde a la conocida batalla de las Termópilas, este es el nombre de un estrecho desfiladero situado en la Grecia continental; allí en el año 480 a. de C. se apostaron el rey Leónidas de Esparta con 300 infantes y otros 5.900 griegos de otras ciudades y consiguieron contener el avance del ejército persa comandado por Jerjes I, ya que la estrechez del paso daba ventaja a los defensores. Un desertor indicó a los persas un sendero que doblaba el desfiladero y los persas atacaron por la retaguardia. Los griegos se fueron marchando ante la imposibilidad de mantener la posición y sólo resistieron el rey Leonidas y sus Trescientos que murieron en el combate. El retraso en el avance persa permitió a los griegos derrotar a los persas en las batallas de Platea (terrestre) y Salamina (marítima) y evitar así la invasión.
La segunda corresponde a los Diez Mil de Jenofonte, éste fue un escritor y filósofo griego discípulo de Sócrates que en el año 401 a. de C. se enroló como mercenario en una expedición en la que 13.000 mercenarios griegos pasaron a Persia reclutados por Ciro el Joven con la excusa de derrotar a unas tribus hostiles. Pero la misión real era derrocar a su hermano Artajerjes, el Gran Rey persa, con la ayuda de los Diez Mil y 100.000 mercenarios asiáticos.
Aunque los griegos, los guerreros de los mantos rojos, ganaron una parte de la batalla de Cunaxa (lugar cercano a Babilonia), Ciro murió y el resto de su ejército fue derrotado, los Diez Mil fueron abandonados a su suerte y tuvieron que huir de los persas. En una emboscada los cinco comandantes griegos fueron asesinados y se encargó a Jenofonte llevar al ejército griego a casa, consiguió llegar a Bizancio con 7.000 supervivientes después de recorrer 1500 Km. de territorio hostil a través del frío durante el crudo invierno en las montañas de Armenia.
Para la primera historia recomiendo la novela de Steven Pressfield “Puertas de fuego” y para la segunda la de Valerio M. Manfredi “El ejército perdido”.